En lo relativo a flexibilidad, el
Preavance parece hacer suyo el dicho: la flexibilidad bien entendida comienza
por uno mismo.
Persigue la flexibilidad como
instrumento conveniente para un proceso de planeamiento continuo que permita
tomar o revisar decisiones o incorporar nuevas determinaciones dentro de la
esfera de competencia municipal, sin necesidad de modificar formalmente el Plan
y someterse al escrutinio o autorización de la CAM u otras instancias externas.
Más que de flexibilidad habla tener sus manos libres.
‘con el fin de que las eventuales
modificaciones que a lo largo de la vigencia del Plan General fuesen
necesarias, puedan resolverse de la manera más ágil posible en el nivel
municipal. (p 20)’.
Por eso, busca limitar el rango de besus determinaciones y entender el Plan como ‘tablero de juego’, con un modelo normativo:
‘dotado de recursos que permitan
garantizar continuamente la flexibilidad del conjunto del sistema establecido,
dejando al mismo tiempo muy claros los principios fijos que constituirán las
“líneas rojas” de esa flexibilidad.(p 10).
Pero esa estrategia de manos libres,
de flexibilidad para sí mismo, olvida o no atiende a otro tipo de demanda de
flexibilidad: la que nace de los sujetos activos que desarrollan, proyectan,
construyen o utilizan el plan.
El Plan incorpora (mediante su
planos y normas) miles y miles de decisiones implícitas o explicitas que marcan
el tablero de juego de quienes actúan después, sometiéndolas a un escrutinio
pormenorizado del que pueden nacer ideas o soluciones puntuales más acertadas,
o del que se pueden deducir errores en los planteamientos o en el detalle del
Plan.(como de hecho el propio Preavance reconoce al hablar de temas tales como
la regulación de los ‘patios azules’ o la normativa de ‘vivienda interior)
Frente al Plan vigente, este tipo de
demanda de flexibilidad equivale a una solicitud social de mecanismos que
permitan poder hacer razonadamente algo distintito de lo que el Plan establece.
Habla de la posibilidad de hacer ‘cambios’, sin entrar en lo que la
terminología oficial llama ‘modificaciones’. Surge porque cualquier cambio, por
menor y muy justificado que esté, requiere hoy un trámite formal de
modificación del Plan, laborioso y lento, que en la mayoría de los casos no
distingue lo mayor de lo menor, lo importante de lo accesorio.
Los casos que se suelen presentar para
justificar razonadamente la demanda y conveniencia de flexibilidad, se apoyan
en dos tipos de argumentos: lo harían mejor de lo que plantea el Plan; o hay
que dar respuesta a actuaciones no previstas en Plan.
-
Lo
primero -que lo harían mejor- implica que el Plan es mejorable o, que, por
incluir exceso de determinaciones pormenorizadas, limita innecesariamente las
opciones de proyecto.
-
Lo
segundo -responder a lo no previsto-afirma que el Plan no supo prevenir su
futuro o, como mínimo, que no supo anticipar determinadas posibilidades ni
incluir mecanismos de respuesta adecuados, olvidado que lo único que es seguro
del futuro es que no va a ser como lo prevemos.
En este contexto, la única
alternativa de los optimistas está en conseguir saltarse la norma, o que se
haga ‘la vista gorda’. No debe ir por ahí. El concepto de flexibilidad no debe
entenderse así.
El concepto de flexibilidad debe
entenderse como demanda de normas que no limiten innecesariamente el rango de
respuestas proyectuales y sociales (usos etc.) ni la capacidad de iniciativa. Puede
instrumentarse de dos formas (no contradictorias):
-
La
primera coincide con el camino que quiere seguir el Preavance. Consiste en
definir e incluir en el Plan tan sólo cosas de carácter o nivel general,
dejando fuera de su normativa reguladora lo que no fuera necesario o
imprescindible.
-
La
segunda, que el Preavance ignora, consiste en incluir en la normativa general:
-
Protocolos
o procedimientos sencillos de ajuste (entendiendo como ajustes los cambios, o
propuestas alternativas, que no llegaran a tener el carácter de ‘modificación’).
-
En
su caso, la determinación ’general’ de los márgenes de ajuste.
Para la flexibilidad, el contexto
importa. Como la ciudad no es homogénea, la aplicación del principio de
flexibilidad o auto contención puede y debe llevar a resultados distintos en
distintos tipos de situaciones. No es lo mismo el centro histórico, que la
ciudad consolidada, que áreas de nueva ocupación. No es lo mismo fijar las
reglas (generales) de juego para actuaciones de grano fino, generadoras o
modificadoras la forma urbana por sucesión de múltiples edificaciones menores,
que para actuaciones de mayor escala y posible grado de autonomía urbana y
proyectual. En el primer caso el Plan debe decir más, en el segundo menos.
Sin embargo, aunque las distintas
situaciones puedan justificar distintos contenidos y determinaciones, el Plan
debe saber limitarse a lo que importa y admitir y hacer posible la variación a
mejor.
Posibles ejemplos, respecto de los
usos:
-
Entender
las determinaciones de zonificación de usos tanto en suelos públicos como en
privados, más como ámbitos de posibilidades que como indicaciones finalistas.
-
Limitar
las condiciones de localización a lo que estuviese plenamente justificado por
razones ’generales’. Apoyarse más en la reglamentación de condiciones de
implantación y ejercicio de la actividad.
-
Reducir
a lo irrenunciable las condiciones de incompatibilidad de usos a recoger en el
Plan (muchas de ellas deben estar en las ordenanzas de actividades).
-
Permitir
transformaciones entre usos públicos, y su convivencia en edificios multi
dotacionales.[1]
Ampliar el concepto de dotación haciéndolo extensivo a programas que conduzcan
a edificación o instalaciones de propiedad pública, sustentados con medios
públicos (vg. determinados tipos de vivienda en condiciones especiales...).
-
Introducir
la noción de parque equipado permitiendo la instalación, reglada, en el
interior de parques y jardines de determinados tipos de equipamientos
(ejemplos: Pabellón de Cristal y otros en El Retiro).[2]
Posibles ejemplos, respecto de la
forma:
-
Entender
las determinaciones relativas a geometría exacta de la edificación, o de su
envolvente, menos como generadoras de forma que como ‘patrones o reglas de
urbanidad’ que aseguren la defensa del patrimonio, de las determinaciones
generales y el interés colectivo ,y la no interferencia con los derechos o
condiciones de terceros.
-
Limitar
el tamaño máximo de las unidades de actuación, de tal forma que lo que ‘ocurra
en su interior’ tenga una escala básicamente proyectual (de fragmento); lo que
a su vez implica modificar las condiciones y la lógica de localización y
dimensionado de los terrenos de cesión de mayor escala.
-
Reducir
las determinaciones en suelo urbanizable a lo imprescindible para asegurar
engarce y coherencia entre fragmentos y/o con pre existencias.
Bernardo Ynzenga
Acha octubre
2012
[1] El que hoy por hoy es difícil lograr que distintas
dotaciones compartan edificio (debido a como están distribuidas las
competencias) no es excusa para que el Plan no lo plantee y permita.
[2] La idea de parque equipado va más allá de la ‘regulación más adecuada en cuanto a
porcentaje de usos compatibles en las zonas verdes’ (p 249). Implica coexistencia no pre determinada de equipamientos
y espacios libres en un mismo ámbito, cuya delimitación y superficie tenga -ex
ante- en cuenta esa posibilidad.
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